Más verdura, fruta y legumbres y menos carne. Esta es una forma sencilla de alimentar de manera sostenible a la población del planeta. Pero para millones de personas que dependen de la ganadería, eso no es tan fácil.
Los investigadores ambientales han predicado durante años las bondades de comer menos carne y productos animales, no solo para mejorar nuestra salud, sino también la del planeta.
Las emisiones directas e indirectas del sector de la ganadería (que incluye vacas, cabras, ovejas, cerdos y aves) son responsables del equivalente a 7,1 gigatoneladas de dióxido de carbono anuales, aproximadamente el 14,5 por ciento de las emisiones causadas por humanos.
Esas son las estimaciones de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, que además señala que el 65 por ciento de las emisiones del sector están relacionadas con la producción de carne y lácteos. Pero las emisiones de la industria ganadera no son el único problema para el planeta. La cría de animales domina tres cuartos de la tierra de cultivo, contamina el agua y lleva a la deforestación, particularmente en la selva amazónica.
Por qué millones de personas todavía necesitan carne
Ciertamente, a Occidente no le haría mal reducir el consumo de carne. Los europeos, por ejemplo, comen dos veces más que la media global y aproximadamente el triple de productos lácteos. Pero, según estimaciones de la FAO, en el mundo hay más de 1.500 millones de personas que no pueden permirtirse una dieta con los niveles necesarios de nutrientes esenciales y los animales son una fuente vital de proteínas en forma de leche, carne y huevos.
«Se pueden encontrar alimentos nutritivos en muchas cosas: legumbres, frutas y vegetales, pero el sector ganadero es clave y los lácteos son clave», dice a DW Carin Smaller, directora de agricultura, comercio e inversión en el Instituto Internacional de Desarrollo Sostenible (IISD por sus siglas en inglés).
La ganadería permite u
Un importante informe sobre hambre y cambio climático publicado esta semana (12-16 de octubre 2020) por Ceres2030 en colaboración con el IISD, el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI) y la Universidad de Cornell, destaca la conexión entre campo, ganadería y sustento.
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«En aquellos lugares en los que vemos que hay hambre, la ganadería se integra en la producción granjera. El ganado crea estiércol, que fertiliza el maíz que tanto los humanos como el ganado consumen. La ganadería es una pieza clave en el mantenimiento de este sistema», dice a DW Isabelle Baltenweck, del Instituto Internacional de Investigación sobre Ganadería. El informe señala que cereales tales como el arroz y el maíz han ayudado a personas de muchos países para satisfacer un mínimo de calorías, aunque centrarse en estos cultivos ha «desincentivado la producción de una serie de otros alimentos, incluyendo los procedentes de fuentes animales, que son mejores nutricionalmente mejores».
El papel de la ganadería para terminar con el hambre
Según Baltenweck, la ganadería permite una forma de vida a millones de trabajadores de granja, pastores y pequeños propietarios con acceso limitado a la tierra. Ese soporte crítico y sus reconocidos beneficios nutricionales, convierten a los animales en parte importante de los esfuerzos por eliminar el hambre y la malnutrición.
El Global Hunger Index reveló esta semana que alrededor de 690 millones de personas en todo el mundo padecieron hambre crónica en 2019, lo que supone más de dos veces la población de Estados Unidos.
La alimentaciíon saludable es clave para proteger el planeta. Foto: Getty Images
«En la próxima década, el crecimiento económico ayudará a reducir la pobreza y el hambre en todo el mundo, pero no será suficiente, especialmente para los granjeros» dice David Laborde, investigador senior en el IFPRI. Si no se hace nada para atajarlo, la FAO prevé que la población con hambre extrema crecerá hasta los 840 millones en la próxima década.
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El problema se verá exacerbado severamente por la pandemia del nuevo coronavirus y sus consecuencias económicas, sobre todo en el África subsahariana y en el sureste de Asia. El proyecto Ceres2030 asegura que hacen falta 282 mil millones de euros para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU con el fin de «terminar con toda forma de hambre y malnutrición en 2030».